miércoles, 3 de diciembre de 2008


La iconografía cristiana interesa no sólo a la historia del arte, sino también a la historia de la civilización en general, del pensamiento humano y, más particularmente, del sentimiento religioso. Refleja, como un espejo fiel, todos los progresos del pensamiento, todos los matices de la sensibilidad; y así, de la misma manera que una palabra puede tener varias acepciones simultáneas o sucesivas, una imagen puede sugerir, según las épocas, ideas muy diferentes o incluso diametralmente opuestas.
La evolución iconográfica de un tema nos ilustra sobre las variaciones de las creencias, sobre la tensión o la relajación del sentimiento religioso. Existe una semántica icónica que merece un lugar en la jerarquía de las ciencias históricas, análogo al que ocupa la semántica verbal en el campo de las ciencias filológicas.

La iconografía no refleja solamente las creencias: a menudo las crea. Muchas leyendas de santos deben su nacimiento a imágenes a veces mal comprendidas o interpretadas en sentido contrario.

Así pues, la iconografía no es solamente una ciencia auxiliar, sino una ciencia independiente por su objeto y sus métodos que, aun prestando servicio a la arqueología y a la historia del arte, abre horizontes a la historia general de la civilización, a la evolución del pensamiento y del sentimiento religiosos y contribuye, tanto como la estilística, a la comprensión de la vida profunda de las imágenes.